La verdad sobre la procrastinación y cómo superarla
¿Alguna vez te ha pasado que es jueves por la tarde y estás haciendo un reporte que sabías hace más de 2 semanas que debías entregar el viernes a primera hora? ¿O qué tal dejar para el domingo por la noche lavar la ropa que necesitarás para iniciar la semana? ¿También está pendiente desde hace meses ese trámite en el que te piden infinidad de requisitos? ¿Te suena? Yo sí me identifico y quién esté libre de pecado que lance la primera piedra.
A este “mal hábito” (sí, así, entre comillas y más adelante veremos por qué), se le conoce como procrastinar y es un concepto que ha tenido un boom en los últimos años.
¿Qué es procrastinar?
Una definición rápida y sencilla de procrastinación es dejar para después una tarea que sabemos que DEBEMOS realizar a pesar de conocer las consecuencias. Por generaciones se nos ha dicho que es flojera, falta de responsabilidad, incluso un mal manejo del tiempo y que se cura con una mejor organización, compromiso y apagando el celular.
Pero yo no soy una persona irresponsable o floja y estoy segura de que tú tampoco. Entonces, ¿qué pasa? No, no es un síntoma del latino que deja todo para después. Según un estudio de Joseph Ferrari, profesor de psicología en la Universidad DePaul en Chicago, hasta el 20% de los adultos en todo el mundo procrastinan crónicamente de manera que afectan negativamente su vida diaria y sienten vergüenza o culpa. (Phillips, 2019)
Procrastinar es un comportamiento de evasión; retrasar intencionalmente una tarea, reemplazándola por otras actividades más “agradables” (desde revisar emails hasta sumergirnos horas en RRSS), es un autosabotaje que reduce el tiempo disponible para completar ESA tarea y se asocia con estrés, menor rendimiento y daño potencial a la salud física y psicológica. ¿Por qué pasa? Porque es un asunto emocional; sí, leíste bien.
Gestionar las emociones y no el tiempo
El problema no reside en nuestra gestión del tiempo y no se soluciona descargando Quality Time al móvil. Tiene todo que ver con hacer frente a las emociones desafiantes y los estados de ánimo negativos que nos producen ciertas tareas, hablamos de aburrimiento, ansiedad, inseguridad, frustración, resentimiento o dudas.
Estas emociones pueden ser tan antiguas como la humanidad, pero la procrastinación es más visible que nunca por la hiper estimulación e inmediatez que vivimos. Todo está a un clic de distancia, la información nos llega en escasos segundos y cada vez en segmentos más cortos: reels de 30 segundos con atajos de Excel en Instagram o el resumen de una obra de Shakespeare en 5 minutos en YouTube… Los datos son rápidos, ágiles, dinámicos, fáciles de asimilar. Por tanto, una tarea que amerita mayor inversión de tiempo y concentración nos atemoriza.
Sentimos ansiedad tan solo en pensar que debemos elaborar el informe, frustración por no poder hacer algo más divertido, incluso incomodidad física que puede producirnos algún malestar y si vamos más allá, miedo de que la tarea sea superior a nuestras capacidades y fracasemos. Es decir, lo que estamos posponiendo son las sensaciones que la actividad nos provoca.
¿Cómo me ayudo?
Al hablar de emociones es algo muy personal, que debe partir desde nosotros y es nuestra decisión tomar cartas en el asunto. En Octhopus te compartimos algunas estrategias que pueden ayudarte a romper el ciclo de procrastinación, incluso cuando es una forma de vida:
- Perdónate. Perdonarse a sí mismo por haber retrasado las cosas en el pasado puede ayudarnos a reducir las posibilidades de que vuelvas a postergarlas en el futuro. No te flageles, la autocompasión ayuda a superar las fuertes críticas que nos hacemos a nosotros mismos, superemos ese miedo a no ser perfectos.
- Desafía las falsas creencias. Las distorsiones cognitivas o patrones de pensamientos irracionales e inexactos pueden contribuir fácilmente a la procrastinación. Ejemplo: Entregué el archivo fuera de tiempo y con errores, deben pensar que soy tonto por eso no me han llamado. Pensar en otras posibles explicaciones puede ayudarte a replantear los pensamientos distorsionados.
- Tómate las cosas con calma. En lugar de sobrecargarte pensando en todo lo que tienes que hacer en solo paso, divide la tarea en actividades chiquitas menos agobiantes y date un respiro entre un bloque y otro.
- Quita obstáculos y crea recompensas. Si por lo regular te distraes con el celular cuando se supone que deberías estar trabajando, entonces sí, apágalo y ponlo en algún lugar fuera de la vista. Si pones música para concentrarte y terminas cantando, quítala. También asegúrate de recompensarte por el esfuerzo. Después de un buen avance del trabajo, tómate un descanso para ver un vídeo, ir por un café o mandar algún mensaje personal.
- Busca ayuda. Cuando procrastinar está escalando las consecuencias al punto de afectar tu rendimiento, provoca problemas en tus relaciones personales y los sentimientos de estrés, ansiedad o depresión, no se superan con tareas más simples, un terapeuta puede ayudarte a identificar y explorar los posibles desencadenantes emocionales, pueden ayudarte a identificar cualquier problema de salud mental que contribuya a la procrastinación.
Toma acción para dejar de procrastinar
¿Ahora puedes verlo? No es un mal hábito por sí solo, implica más de lo que traemos dentro que la tarea en sí. La procrastinación no es algo que pueda curarse permanentemente: es un reto que todos tenemos que gestionar día a día, siempre habrá tareas indeseables que nos provoquen emociones no deseadas.
Identificar las emociones específicas que impulsan la procrastinación facilita la búsqueda de estrategias de afrontamiento eficaces. Por lo tanto, desafiar la procrastinación crónica generalmente significa rastrear su origen.
Para cerrar, te recomendamos esta meditación que te ayudará en ESE momento de procrastinación.
Por: Silvia González, Asistente de Octhopus
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